Feliz Navidad! - Merry Christmas!

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¡Feliz Navidad!

¡Dios los Bendiga a ustedes, sus familias y demás seres queridos!

24 DE DICIEMBRE

Consideremos a la Santísima Virgen acompañada siempre por su fiel esposo José, saliendo de Jerusalén y camino de Belén. Llegan allí después de algunas horas, y, obedeciendo a la voluntad del cielo, dirígense al lugar donde conforme al edicto del Emperador, habrán de empadronarse. En el registro público toman nota de un carpintero llamado José, natural de Nazaret de Galilea; seguramente añaden también el nombre de María, su esposa, que le ha acompañado en su viaje; tal vez la califican de mujer encinta, en su mes noveno: eso es todo. Oh Verbo encarnado; a los ojos de los hombres no eres aún ni siquiera un hombre; visitas la tierra, y eres en ella ignorado; y sin embargo de ello, todo ese movimiento, toda esa agitación que lleva consigo el censo del Imperio no tienen más finalidad que la de llevar a tu Madre María a Belén, para que te dé a luz al mundo. ¡Oh inefable Misterio! ¡Qué sublimidad en esta aparente bajeza! ¡cuánto poder en esa humildad! Pero aún no se ha humillado bastante el soberano Señor. Ha recorrido las moradas de los hombres y los hombres no han querido recibirle. Y se va a buscar una cuna al establo de unos animales irracionales: allí, en espera de los cantos angélicos, de los homenajes de los Pastores y de la adoración de los Magos, encuentra al "buey que reconoce a su amo y al asno atado al pesebre de su Señor". ¡Oh Salvador de los hombres, Jesús, Emmanuel! también nosotros nos dirigimos al establo; no consentiremos que el Nacimiento de esta próxima noche se realice en la soledad y en el abandono. Ahora vas llamando a las puertas, y los hombres no quieren abrirte; por la voz del Cantar de los Cantares vas diciendo a las almas: "Ábreme, hermana mía, amiga mía, porque mi cabeza está llena de escarcha y mis cabellos impregnados del rocío de la noche." No queremos que traspases nuestra morada: te rogamos que entres; estamos vigilando a la puerta. "Ven, pues, Señor Jesús, ven."

LA VIGILIA DE NAVIDAD

Por fin, dice San Pedro Damiano en su Sermón para este día, "hénos ya llegados de la alta mar al puerto, de la promesa a la realidad, de la desesperación a la confianza, del trabajo al descanso, del destierro a la patria. Se habían venido sucediendo los mensajeros de la divina promesa, pero sólo traían consigo la renovación de esa misma promesa. Por esta razón el Salmista se había ya dejado dominar del sueño, de suerte que los últimos acentos de su lira patentizan la tardanza del Señor. Nos has rechazado, decía, nos has abandonado; y has aplazado la venida de tu Ungido. (Salmo LXXXVIII.) Después, pasando de la queja a la audacia, había exclamado con voz imperiosa: ¡Manifiéstate, pues, Tú, que te sientas sobre los Querubines! (Salmo LXXIX.) Sentado sobre el trono de tu poderío, rodeado de batallones de Angeles voladores, ¿desdeñarás posar tu mirada sobre los hijos de los hombres, víctimas, es cierto del pecado cometido por Adán, pero por Ti permitido? Acuérdate de nuestra naturaleza creada a tu semejanza; porque aunque es cierto que todo mortal es vanidad, pero no en cuanto es tu imagen. Deja, pues, las alturas y baja; inclina los cielos de tu piedad sobre los desgraciados que te suplican y no los olvides eternamente."

"Isaías a su vez, en el ímpetu de sus deseos, exclamaba: Por Sión no me callaré, y por Jerusalén no descansaré hasta que se levante en su esplendor el Justo esperado. Rasga, pues, los cielos y baja." Finalmente, todos los Profetas, cansados de tanto esperar, continuaron lanzando sus súplicas, gemidos, y hasta a veces, sus gritos de impaciencia. Ya hemos oído y repetido bastante tiempo sus palabras; es hora de que se retiren; para nosotros no hay alegría ni consuelo hasta que el Salvador, honrándonos con el beso de su boca, nos diga él mismo en persona: Habéis sido escuchados.

Mas ¿qué es lo que acabamos de oír? Santifícaos, oh hijos de Israel, y estad preparados; porque mañana descenderá el Señor. Sólo lo que queda de este día, y a penas media noche, nos separan ya de la gloriosa visita, y nos ocultan todavía al Hijo de Dios y su admirable Nacimiento. Dáos prisa, horas veloces; terminad pronto vuestra carrera, para que podamos ver cuanto antes al Hijo de Dios en la cuna, y honrar esa Natividad, que es la salvación del mundo. Yo supongo, hermanos míos, que sois verdaderos hijos de Israel, y estáis purificados de todas las impurezas de la carne y del espíritu, bien preparados para los misterios de mañana, impacientes por dar muestras de vuestra devoción. Al menos así lo puedo esperar, dado como habéis pasado los días dedicados a la preparación del Advenimiento del Hijo de Dios. Pero si, a pesar de todo, hubiesen caldo en vuestro corazón algunas gotas del vaho de la corrupción, apresuráos hoy a secarlas y cubrirlas con el blanco lienzo de la confesión. Yo os lo garantizo de la bondad del Niño que va a nacer; quien confesare contrito su pecado, merecerá que la Luz del mundo nazca en él; se desvanecerán las falaces tinieblas y le será comunicado el verdadero esplendor. Porque ¿cómo se había de negar misericordia a los desgraciados, la noche en que nace el Señor misericordioso? Abatid, pues, el orgullo de vuestras miradas, la osadía de vuestra lengua, la crueldad de vuestras manos, la sensualidad de vuestros deseos; apartad vuestros pies de la veredas tortuosas, y luego venid y ved si el Señor no rasga esta noche los cielos y desciende hasta vosotros y arroja todos vuestros pecados al fondo del mar.

Este santo día es, en efecto, un día de gracia y de esperanza, y debemos pasarlo en santa alegría. La Iglesia, haciendo caso omiso de sus costumbres habituales, quiere que, si la Vigilia de Navidad cae en domingo, el Oficio y la Misa de la Vigilia prevalezcan contra el Oficio y la Misa del cuarto domingo de Adviento; tan solemnes la parecen estas últimas horas que preceden inmediatamente al Nacimiento del Señor. En las demás fiestas, por importantes que sean, sólo comienza la solemnidad en las primeras Vísperas; hasta ellas la Iglesia guarda silencio, celebrando los Oficios divinos y la Misa según el rito cuaresmal. Hoy, por el contrario, comienza ya la gran fiesta desde el amanecer, en el Oficio de Laudes. La entonación solemne de este Oficio nos anuncia un rito doble, cantándose las antífonas antes y después de cada salmo o cántico. En la Misa, aunque se conserva el color morado, no hay que estar de rodillas como en las demás ferias de Adviento, ni tampoco hay más que una sola Colecta en vez de tres que se suelen decir en una Misa menos solemne.

Participemos del espíritu de la santa Iglesia y preparémonos con el corazón rebosante de alegría a salir al encuentro del Salvador, que viene a nosotros. Practiquemos con fidelidad el ayuno que aligerará nuestros cuerpos y facilitará nuestra marcha; pensemos ya desde la madrugada que no volveremos a acostarnos sin haber visto nacer, en una hora sagrada, al que viene a iluminar a todas las criaturas; porque es obligación de todo fiel hijo de la Iglesia Católica, celebrar con ella esta feliz noche en la que todo el mundo, a pesar del enfriamiento de la piedad, honra todavía la venida de su Salvador, como último rescoldo de la piedad antigua, que no se habría de apagar sin gran perjuicio para la tierra.

Fuente:

Dom Prosper Gueranguer
El Año Litúrgico
Adviento - Adviento y Navidad

Primera Edición Española, traducida y adaptada para los países Hispano-Americanos por los monjes de Santo Domingo de Silos.

1954, Editorial Aldecoa, Burgos.


LA NAVIDAD

Navidad es la fiesta instituida para celebrar la memoria del nacimiento temporal de Jesucristo, que tiene la particularidad, entre todas las otras fiestas, de celebrar los divinos oficios en la noche precedente.

La Iglesia ha querido conservar la costumbre de celebrar de noche los oficios de Navidad para renovar con vivo reconocimiento la memoria de aquella noche, en que el divino Salvador dio principio con su nacimiento a la obra de nuestra redención.

En el Evangelio de la Misa Vespertina de la Vigilia de Navidad, la Iglesia propone a nuestra consideración la genealogía del Señor "hijo de David, hijo de Abraham", que comprende tres ciclos de 14 generaciones, desde este santo patriarca hasta el mismo Cristo; al mismo tiempo que nos recuerda el sueño de San José en que un ángel le revela el misterio de la Encarnación.

En el Evangelio de la Misa de Nochebuena, la Iglesia nos invita a meditar que la Santísima Virgen, en compañía de San José, fue de Nazaret a Belén a empadronarse, según las órdenes del emperador, y no hallando otro albergue, dio a luz a Jesucristo en un establo y le puso en un pesebre o comedero de bestias.; al mismo tiempo que nos recuerda la manifestación de una multitud del ejército celestial que se aparece a los pastores alabando a Dios. Relato que continúa en el Evangelio de la Misa de la Aurora con la visita de estos mismos pastores al divino Niño.

En la Misa del Día de Navidad, la Iglesia nos hace considerar, por medio del Prólogo del Evangelio de San Juan, cómo este Niño que vemos nacer de María Virgen en el tiempo, es desde la eternidad Hijo de Dios. En esta Misa se celebra la revelación del Salvador a todas las naciones y a todos los hombres, y la realeza universal de Jesucristo.

Al proponer a nuestra consideración los misterios de las Misas de Navidad, quiere la Iglesia que demos gracias al Redentor divino por haberse hecho hombre por nuestra salvación, que le reconozcamos, con los pastores, y le adoremos como verdadero Hijo de Dios, atendiendo a las enseñanzas que calladamente nos da con las circunstancias de su nacimiento. Con las cuales circunstancias nos enseña Jesucristo renunciar a las vanidades del mundo y a estimar la pobreza y los trabajos.

Aunque en la Solemnidad de la Natividad del Señor sólo tenemos obligación de oír una Misa; sería muy bueno oírlas todas para conformarnos mejor con las intenciones de la Iglesia.

Para aprovechar adecuadamente la Navidad, la Iglesia nos aconseja hacer estas cuatro cosas:

* prepararnos la víspera con un recogimiento mayor que de costumbre;
* procurar gran pureza por medio de una buena confesión y vivos deseos de recibir al Señor;
* asistir, si nos es posible, a los divinos oficios de la noche anterior y a las Misas, meditando el misterio que se celebra;
* emplear ese día, cuanto nos sea posible, en obras de cristiana piedad.

Basado en:

Catecismo Mayor de San Pio X
Parte Primera
De las fiestas del Señor

¿Que es la Navidad?

La Iglesia en su misión de ir por el mundo llevando la Buena Nueva ha querido dedicar un tiempo a profundizar, contemplar y asimilar el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios; a este tiempo lo conocemos como Navidad. Cerca de la antigua fiesta judía de las luces y buscando dar un sentido cristiano a las celebraciones paganas del solsticio de invierno, la Iglesia aprovechó el momento para celebrar la Navidad.

En este tiempo los cristianos por medio del Adviento se preparan para recibir a Cristo,"luz del mundo" (Jn 8, 12) en sus almas, rectificando sus vidas y renovando el compromiso de seguirlo. Durante el Tiempo de Navidad al igual que en el Triduo Pascual de la semana Santa celebramos la redención del hombre gracias a la presencia y entrega de Dios; pero a diferencia del Triduo Pascual en el que recordamos la pasión y muerte del Salvador, en la Navidad recordamos que Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros.

Así como el sol despeja las tinieblas durante el alba, la presencia de Cristo irrumpe en las tinieblas del pecado, el mundo, el demonio y de la carne para mostrarnos el camino a seguir. Con su luz nos muestra la verdad de nuestra existencia. Cristo mismo es la vida que renueva la naturaleza caída del hombre y de la naturaleza. La Navidad celebra esa presencia renovadora de Cristo que viene a salvar al mundo.

La Iglesia en su papel de madre y maestra por medio de una serie de fiestas busca concientizar al hombre de este hecho tan importante para la salvación de sus hijos. Por ello, es necesario que todos los feligreses vivamos con recto sentido la riqueza de la vivencia real y profunda de la Navidad.

Por último, es necesario recordar que durante la Navidad celebramos en tres días consecutivos, 26, 27 y 28 de diciembre, tres fiestas que nos hacen presente la entrega total al Señor :

San Esteban, mártir que representa a aquellos que murieron por Cristo voluntariamente.

San Juan Evangelista, que representa aquellos que estuvieron dispuestos a morir por Cristo pero no los mataron. San Juan fue el único Apóstol que se arriesgó a estar con La Virgen al pie de la cruz.

Los Santos Inocentes que representan a aquellos que murieron por Cristo sin saberlo.

Tomado de: www.aciprensa.com/navidad/navi…


Evangelio de la Misa de Vigilia de Navidad

Continuación del santo Evangelio según San Mateo.
(I,  18-20.)

La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo.

Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.

Así lo tenía planeado, cuando el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo.

Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.»

Evangelio de la Misa del Gallo

Continuación del Santo Evangelio según San Lucas (II, 1-14.)

En aquel tiempo salió un edicto de César Augusto ordenando que se inscribiera todo el orbe. Esta primera inscripción fué hecha siendo Cirino gobernador de Siria. Y fueron todos a inscribirse, cada cual en su ciudad. Y subió José de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, llamada Belén, porque era de la casa y familia de David, para inscribirse con María, su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. Y sucedió que, estando ellos allí, se cumplieron  los  días de  dar a luz. Y parió a su Hijo primogénito, y le envolvió en pañales, y le acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada. Y había unos pastores en la misma tierra, que guardaban y velaban las vigilias de la noche sobre su ganado. Y he aqui que el Angel del Señor vino a ellos y la claridad de Dios los cercó de resplandor, y tuvieron gran temor. Mas el Angel les dijo: No temáis porque os voy a dar una gran noticia, que será de gran gozo para todo el pueblo: es que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, el Salvador, que es el Cristo, el Señor. Y ésta será la señal para vosotros: hallaréis al Niño envuelto en pañales y echado en un pesebre. Y súbitamente apareció con el Angel una gran multitud del ejército celeste, alabando a Dios y diciendo: Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

En la plenitud de los tiempos vino la plenitud de la divinidad

Ha aparecido la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor al hombre. Gracias sean dadas a Dios, que ha hecho abundar en nosotros el consuelo en medio de esta peregrinación, de este destierro, de esta miseria.

Antes de que apareciese la humanidad de nuestro Salvador, su bondad se hallaba también oculta, aunque ésta ya existía, pues la misericordia del Señor es eterna. ¿Pero cómo, a pesar de ser tan inmensa, iba a poder ser reconocida? Estaba prometida, pero no se la alcanzaba a ver; por lo que muchos no creían en ella. Efectivamente, en distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios por los profetas. Y decía: Yo tengo designios de paz y no de aflicción. Pero ¿qué podía responder el hombre que sólo experimentaba la aflicción e ignoraba la paz? ¿Hasta cuándo vais a estar diciendo: «Paz, paz», y no hay paz? A causa de lo cual los mensajeros de paz lloraban amargamente, diciendo: Señor, ¿quién creyó nuestro anuncio? Pero ahora los hombres tendrán que creer a sus propios ojos, ya que los testimonios de Dios se han vuelto absolutamente creíbles. Pues para que ni una vista perturbada pueda dejar de verlo, puso su tienda al sol.

Pero de lo que se trata ahora no es de la promesa de la paz, sino de su envío; no de la dilatación de su entrega, sino de su realidad; no de su anuncio profético, sino de su presencia. Es como si Dios hubiera vaciado sobre la tierra un saco lleno de su misericordia; un saco que habría de desfondarse en la pasión, para que se derramara nuestro precio, oculto en él; un saco pequeño, pero lleno. Y que un niño se nos ha dado, pero en quien habita toda la plenitud de la divinidad. Ya que, cuando llegó la plenitud del tiempo, hizo también su aparición la plenitud de divinidad. Vino en carne mortal para que, al presenta así ante quienes eran carnales, en la aparición de su humanidad se reconociese su bondad. Porque, cuando se pone de manifiesto la humanidad de Dios, ya no puede mantenerse oculta su bondad. ¿De qué manera podía manifestar mejor su bondad que asumiendo mi carne? La mía, no la de Adán, es decir, no la que Adán tuvo antes del pecado.

¿Hay algo que pueda declarar más inequívocamente la misericordia de Dios que el hecho de haber aceptado nuestra miseria? ¿Qué hay más rebosante de piedad que la Palabra de Dios convertida en tan poca cosa por nosotros? Señor, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? Que deduzcan de aquí los hombres lo grande que es el cuidado que Dios tiene de ellos; que se enteren de lo que Dios piensa y siente sobre ellos. No te preguntes, tú, que eres hombre, por lo que has sufrido, sino por lo que sufrió él. Deduce de todo lo que sufrió por ti, en cuánto te tasó, y así su bondad se te hará evidente por, su humanidad. Cuanto más pequeño se hizo en su humanidad, tanto más grande se reveló en su bondad; y cuanto más se dejó envilecer por mí, tanto más querido me es ahora. Ha aparecido -dice el Apóstol- la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor al hombre. Grandes y manifiestos son, sin duda, la bondad y el amor de Dios, y gran indicio de bondad reveló quien se preocupó de añadir a la humanidad el nombre de Dios.

De los sermones de San Bernardo, abad
(Sermón 1 en la Epifanía del Señor, 1-2: PI, 133, 141-143)

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Merry Christmas!

May God Bless you, your family and your other dear ones!

DECEMBER 24.

CHRISTMAS EVE.

'At length,' says St. Peter Damian, in his Sermon for this holy Eve, 'at length we have got from the stormy sea into the tranquil port; hitherto it was the promise, now it is the prize; hitherto labour, now rest; hitherto despair, now hope; hitherto the way, now our home. The heralds of the divine promise came to us; but they gave us nothing but rich promises. Hence, our Psalmist himself grew wearied, 'and slept, and, with a seeming reproachful tone, thus sings his lamentation to God: "But thou hast rejected and despised us; thou hast deferred the coming of thy Christ." [Ps. lxxxviii.]. At another time he assumes a tone of demand, and thus prays: "O thou that sittest upon the Cherubim, show thyself!" [Ibid. lxxix.]. Seated on thy high throne, with myriads of adoring Angels around thee, look down upon the children of men, who are victims of that sin, which was committed indeed by Adam, but permitted by thy justice. Remember what my substance is [Ibid. lxxxviii.]; thou didst make it to the likeness of thine own; for though every living man is vanity, yet inasmuch as he is made to thy Image, he is not a passing vanity [Ibid. xxxviii.]. Bend thy heavens and come down, and turn the eyes of thy mercy upon us thy miserable suppliants, and forget us not unto the end!

'Isaias, also, in the vehemence of his desire, thus spoke: "For Sion's sake I will not hold my peace, and for the sake of Jerusalem I will not rest, till her Just One come forth as brightness. Oh! that thou wouldst rend the heavens, and wouldst come down!" So, too, all the Prophets, tired of the long delay of the Coming, have prayed to thee, now with supplication, now with lamentation, and now with cries of impatience. We have listened to these their prayers; we have made use of them as our own, and now, nothing can give us joy or gladness, till our Saviour come to us, and, kissing us with the kiss of his lips, say to us: "I have heard and granted your prayers."

'But, what is this that has been said to us: "Sanctify yourselves, ye children of Israel, and be ready; for on the morrow, the Lord will come down"? We are, then, but one half day and night from the grand visit, the admirable Birth of the Infant-God! Hurry on your course, ye fleeting hours, that we may the sooner see the Son of God in his crib, and pay our homage to this world-saving Birth. You, Brethren, are the Children of Israel, that are sanctified, and cleansed from every defilement of soul and body, ready, by your earnest devotion, for to-morrow's mysteries. Such, indeed, you are, if I may judge from the manner in which you have spent these sacred days of preparation for the Coming of your Saviour.

'But if, notwithstanding all your care, some drops of the stream of this life's frailties are still on your hearts, wipe them away and cover them with the snow-white robe of Confession. This I can promise you from the mercy of the divine Infant: he that shall confess his sins and be sorry for them, shall have born within him the Light of the World; the darkness that deceived him, shall be dispelled; and he shall enjoy the brightness of the true Light. For how can mercy be denied to the miserable this night, in which the merciful and compassionate Lord is so mercifully born? Therefore, drive away from you all haughty looks, and idle words, and unjust works; let your loins be girt, and your feet walk in the right paths; and then come, and accuse the Lord, if this night he rend not the heavens, and come down to you, and throw all your sins into the depths of the sea.'

This holy Eve is, indeed, a day of grace and hope, and we ought to spend it in spiritual joy. The Church, contrary to her general practice, prescribes, that if Christmas Eve fall on a Sunday, the fasting alone should be anticipated on the Saturday; but that the Office and Mass of the Vigil should take precedence of the Office and Mass of the fourth Sunday of Advent. How solemn, then, in the eyes of the Church, are these few hours which separate us from the great Feast! On all other Feasts, no matter how great they may be, the solemnity begins with first Vespers, and until then the Church restrains her joy, and celebrates the Divine Office and Sacrifice according to the Lenten rite. Christmas, on the contrary, seems to begin with the Vigil; and one would suppose that this morning's Lauds were the opening of the Feast; for the solemn intonation of this portion of the Office is that of a Double, and the Antiphons are sung before and after each Psalm or Canticle. The purple Vestments are used at the Mass, but all the genuflexions peculiar to the Advent Ferias are omitted; and only one Collect is said, instead of three, which always denote that the Mass is not that of a solemnity. Let us enter into the spirit of the Church, and prepare ourselves, in all the joy of our hearts, to meet the Saviour who is coming to us. Let us observe with strictness the fast which is prescribed; it will enable our bodies to aid the promptness of our spirit. Let us delight in the thought, that before we again lay down to rest, we shall have seen Him born, in the solemn mid-night, who comes to give light to every creature. For, surely, it is the duty of every faithful this happy Night, when, in spite of all the coldness of devotion, the whole universe keeps up its watch for the arrival of its Saviour. It is one of the last vestiges of the piety of ancient days, and God forbid it should ever be effaced!

From:

The Liturgical Year
Abbot Prosper Gueranger O.S.B.

Advent

Translated from the French by Dom Laurence Shepherd O.S.B

Jubilee year 2000
Limited edition

2000, Loreto Publications, Fitzwilliam, NH.

From: www.theliturgicalyear.org


On the Feast of the Nativity, I.

I. All share in the joy of Christmas


Our Saviour, dearly-beloved, was born today: let us be glad. For there is no proper place for sadness, when we keep the birthday of the Life, which destroys the fear of mortality and brings to us the joy of promised eternity. No one is kept from sharing in this happiness. There is for all one common measure of joy, because as our Lord the destroyer of sin and death finds none free from charge, so is He come to free us all. Let the saint exult in that he draws near to victory. Let the sinner be glad in that he is invited to pardon. Let the gentile take courage in that he is called to life. For the Son of God in the fullness of time which the inscrutable depth of the Divine counsel has determined, has taken on him the nature of man, thereby to reconcile it to its Author: in order that the inventor of death, the devil, might be conquered through that (nature) which he had conquered. And in this conflict undertaken for us, the fight was fought on great and wondrous principles of fairness; for the Almighty Lord enters the lists with His savage foe not in His own majesty but in our humility, opposing him with the same form and the same nature, which shares indeed our mortality, though it is free from all sin.

Truly foreign to this nativity is that which we read of all others, no one is clean from stain, not even the infant who has lived but one day upon earth Job 19:4 . Nothing therefore of the lust of the flesh has passed into that peerless nativity, nothing of the law of sin has entered. A royal Virgin of the stem of David is chosen, to be impregnated with the sacred seed and to conceive the Divinely-human offspring in mind first and then in body. And lest in ignorance of the heavenly counsel she should tremble at so strange a result , she learns from converse with the angel that what is to be wrought in her is of the Holy Ghost. Nor does she believe it loss of honour that she is soon to be the Mother of God. For why should she be in despair over the novelty of such conception, to whom the power of the most High has promised to effect it. Her implicit faith is confirmed also by the attestation of a precursory miracle, and Elizabeth receives unexpected fertility: in order that there might be no doubt that He who had given conception to the barren, would give it even to a virgin.

II. The mystery of the Incarnation is a fitting theme for joy both to angels and to men

Therefore the Word of God, Himself God, the Son of God who in the beginning was with God, through whom all things were made and without whom was nothing made John 1:1-3, with the purpose of delivering man from eternal death, became man: so bending Himself to take on Him our humility without decrease in His own majesty, that remaining what He was and assuming what He was not, He might unite the true form of a slave to that form in which He is equal to God the Father, and join both natures together by such a compact that the lower should not be swallowed up in its exaltation nor the higher impaired by its new associate. Without detriment therefore to the properties of either substance which then came together in one person, majesty took on humility, strength weakness, eternity mortality: and for the paying off of the debt, belonging to our condition, inviolable nature was united with possible nature, and true God and true man were combined to form one Lord, so that, as suited the needs of our case, one and the same Mediator between God and men, the Man Christ Jesus, could both die with the one and rise again with the other.

Rightly therefore did the birth of our Salvation impart no corruption to the Virgin's purity, because the bearing of the Truth was the keeping of honour. Such then beloved was the nativity which became the Power of God and the Wisdom of God even Christ, whereby He might be one with us in manhood and surpass us in Godhead. For unless He were true God, He would not bring us a remedy, unless He were true Man, He would not give us an example. Therefore the exulting angel's song when the Lord was born is this, Glory to God in the Highest, and their message, peace on earth to men of good will Luke 2:14 . For they see that the heavenly Jerusalem is being built up out of all the nations of the world: and over that indescribable work of the Divine love how ought the humbleness of men to rejoice, when the joy of the lofty angels is so great?

III. Christians then must live worthily of Christ their Head

Let us then, dearly beloved, give thanks to God the Father, through His Son, in the Holy Spirit , Who for His great mercy, wherewith He has loved us, has had pity on us: and when we were dead in sins, has quickened us together in Christ Ephesians 2:4-5, that we might be in Him a new creation and a new production. Let us put off then the old man with his deeds: and having obtained a share in the birth of Christ let us renounce the works of the flesh. Christian, acknowledge your dignity, and becoming a partner in the Divine nature, refuse to return to the old baseness by degenerate conduct. Remember the Head and the Body of which you are a member. Recollect that you were rescued from the power of darkness and brought out into God's light and kingdom. By the mystery of Baptism you were made the temple of the Holy Ghost: do not put such a denizen to flight from you by base acts, and subject yourself once more to the devil's thraldom: because your purchase money is the blood of Christ, because He shall judge you in truth Who ransomed you in mercy, who with the Father and the Holy Spirit reigns for ever and ever. Amen.

Sermon 21

Saint Leo the Great.

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Christmas, Midnight Mass:

INTROIT ("Entrance Chant") • Dominus Dixit Ad Me sung by the Monks' Choir of the Timadeuc Abbey.



GRADUAL • Tecum Principium sung by the Monks' Choir of the Timadeuc Abbey.



ALLELUIA • Dominus Dixit sung by the monks of St. Benedict's Monastery in São Paulo (Brazil)



OFFERTORY • Laetentur Caeli.



COMMUNION • In Splendoribus Sanctorum sung by the Ensemble Organum




English Propers, Midnight Mass

INTROIT • Dominus Dixit from Corpus Christi Watershed



OFFERTORY • Laetentur Caeli from Corpus Christi Watershed



COMMUNION • In Splendoribus Sanctorum from Corpus Christi Watershed.



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The Holy Rosary in Latin:



Litaniae Sanctorum:

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Comments3
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GiantPurpleCat's avatar
Merry Christmas~! :aww: